viernes, 11 de septiembre de 2015

... Es un truco.

Tres hombres se encuentran en una misma habitación; un rico empresario, un sacerdote de una de las tres religiones mayoritarias y un primer ministro. Con ellos, un ciudadano, con una voz y un voto.
Cada uno de los tres primeros quiere arrebaterle al resto su poder e influencia. ¿Quien obtiene lo que quiere? ¿Quién gana? ¿quien desaparece del panorama o a quien alaban los medios?
La respuesta más sensata sería “Depende del ciudadano”. ¿Pero por que? El no tiene un importante cargo público, ni personas bajo su responsabilidad, ni lo siguen miles creyendo en la divinidad de su palabra.




“Tiene un voto, podría decidir a quién votar si peligra su trabajo, se identifica con su ideología o su educación religiosa le da orientación”
¿Pero si el ciudadano puede decir, por que fingimos que el G-20 tiene todo el poder? ¿Por que las palabras de un antiguo texto condicionan la moralidad de miles o un gran empresario elude impuestos? ¿Quíen tiene más poder?
Parece que el poder esta donde las personas creemos que está.
Algunos habeís pensado que el victorioso en esa sala sería el religioso, otros, que lo sería el presindente de su pais y muchos que sería el empresario.
Creemos que el poder lo tiene el empresario, olvidamos que trabajamos para vivir, no vivimos para trabajar, y en tiempos de crisis, cuando los medios nos bombardean a diario con cifras alarmantes que en ocasiones ni entendemos, el dinero no es un medio para conseguir las cosas, sino un fin.
Por que claro, cuanto más tenga mi vecino menos tendré yo y somos lo que tenemos ( ¿Quién lo podría dudar? Notesé la ironia)
Si creemos que las empresas tienen poder es que lo tienen, si valoramos su dinero más que nuestros derechos o los derechos de los demás, es que lo tienen.
En un mundo global las leyes no pueden ser locales, eso crea disparidad y desigualdad social. Si tienen poder deben tener una responsabilidad social.
Pagar sueldos miserables en Ruanda solo acrecienta la pobreza de Ruanda, y el beneficio favorece a los niños... a los niños de alguien, seguro, no a los que hacen cola en Cadíz para entrar a un comedor social.
Pagar suelos dignos, da dignidad a cualquier persona, dar condiciones laborales dignas estrecha la brecha que divide el tercer mundo y el primero.
Luchar individualmente contra las multinacionales es tan inútil como girar la cabeza ante la esta evidencia.
Hacer comprender a las empresas que la responsabilidad social, nos beneficia a todos y es más rentable, es la herramienta.



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