La autoayuda funciona y es básica y necesaria, siempre que
no dependamos de ella.
Nuestros deseos y aspiraciones, en ocasiones chocan con la
realidad. En ese momento surge en nosotros la frustración. Mayor o menor, con
más frecuencia o con menos. Si la frustración llega a ser un “sentimiento de
fondo” nos puede llegar la tristeza o la
depresión. Y necesitaremos ayuda.
Libros de autoayuda, terapia de grupo o psicólogos pueden
ayudarnos y seguramente lo hagan en momentos en que no sabemos como actuar.
Pero si seguimos el libro a pies juntillas, llegaremos al
momento en que no seamos capaces de interpretarlo, o en que sus páginas no prevean
una situación diferente a las que vienen escritas en ellas, y volvamos al
principio.
El psicólogo puede darnos pautas de autoayuda, pero no sería
el primer caso en que se genera dependencia entre paciente y doctor. Y
estaremos como al principio. Del mismo modo puede ocurrir con una terapia de
grupo.
Freud hablaba de 7 mecanismos de defensa ante la frustración
o tristeza (condensación, desplazamiento, disociación, formación reactiva, negación,
proyección, racionalización, represión, regresión).
“¿Has usado todas tus fuerzas? Sí. No, no me has pedido ayuda”
Estos elementos, no ayudan a resolver el problema, (incluso
pueden crear otros mayores) sin embargo, el defendía que hablar y expresar las
preocupaciones con alguien de confianza era un gran remedio (ejemplificaba la
confesión cristiana y el alivio que supone).
Escribe tus problemas en un papel que luego quemarás, escribe
tus miedos de forma poética (Edgar Allan Poe), dibuja tus preocupaciones (Goya)
o charla con tus amigos en el parque más cercano. El café en compañía es mejor
medicamento que cualquier aspirina.
Desahogarnos y sentirnos comprendidos es muy importante para
valorarnos, y comprender que nuestro problema no es tan grande como nos parece.
Tu mejor autoayuda puedes ser tu mismo. Charla. ;)
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